viernes, 21 de febrero de 2020

¡Yo me apunto a Masterchef!


¡Tienes que quererte más!- le decía la gente. Y ella buscaba fórmulas, sortilegios, recetas de autoestima. Un día, cansada de buscar, cayó rendida en el sofá de la sala de estar. Su abuela, que hacía calceta, la miró de reojo y supo al instante la causa de tal abatimiento; pues las abuelas pueden leer los sentimientos, como cuentos del espíritu, ellas ya pasaron por todo en la vida. Dejando la labor, se llevó a la nieta a la cocina. Como excusa: una receta de un pastel que de seguro le iba a gustar. Imagina que eres una magdalena recién horneada, sabrosa -le dijo- , necesitaste tiempo de cocción y levadura antes de ser tan rico manjar. Pues escucha: Somos masa madre, y la levadura es ese niño que todos llevamos dentro, déjalo fermentar libre. Debes saber que hay que amasar la mezcla con mucho mimo y cocer a fuego lento, muy lento, si queremos que suba bien. Y ya sabes... cuanta más azúcar, más dulce. La vida es una buena escuela de cocina. Dicho ésto, se pusieron con las manos en la masa, y  les salió el pastel más esponjoso nunca visto.
A partir de ese día, cada vez que pasaba por el escaparate de alguna pastelería, pensando en lo dicho por su abuela, miraba los chocolates, los merengues, las milhojas...Y pensaba: ¡cuánto superávit de autoestima!.

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