viernes, 10 de abril de 2020

¡HOY CUELGO EL DELANTAL!



Mi frigorífico dejó de enfriar hace un buen rato, rompiendo el hielo y a mi plancha menopáusica se le acabaron los sofocos; ahora la raya de mi pantalón luce torcida. A las bombillas halógenas les huele el aliento, y los interruptores me presionan para apagarlas. La lámpara de pie está coja y las de noche madrugan mucho. La lavadora no traga al detergente, ni siquiera al simpatiquísimo Mimosín. Y su cabeza siempre anda dando vueltas a lo mismo: el dichoso tambor, que se pasa de revoluciones. Sin ir más lejos, ayer empezó una en el cuarto de la ropa, junto con la secadora: la revolución de la colada roja. Y tengo la ropa tendida cara al sol, y las falanges desgastadas de tanto frotar: el horno no está para bollos. El móvil, en su línea, ondea quieto y callado. Últimamente le falla la memoria, podría tratarse de un mega alzheimer. Mi equipo de música está en el banquillo, justo al lado del sillón orejero donde paso el tiempo muerto.
He iniciado una huelga para reivindicar mis derechos de uso. Ante esta guerra sin cuartel que es mi casa, he reunido todas las garantías de compra, y ahora mismo voy a la superficie comercial a ejecutar el cambio, sin bajar la guardia.
Subo al ascensor; no funciona. La contienda debe ser global, pues tampoco se encienden las luces de las escaleras.
Decido volver a la cama. Saco el pañuelo blanco del cuello y lo agito sobre mi cabeza, atrincherada en la almohada: ¡ME RINDO!
Esa misma noche soñaré con la película "Tiempos modernos", de Charles Chaplín (el obrero contra la máquina). Me gustaría hacer una versión actualizada de la misma, creando así un nuevo género de cine: el de ciencia real ficción. 

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