jueves, 24 de septiembre de 2020

Jugando a ser Julia Roberts


Se abre el telón y aparece la striper obesa. Con su más de cien kilos de peso apenas puede moverse. Se sube a la barra con una grúa articulada. Viste un inocente picardías y un tanga pulguero. Contonea sensualmente sus michelines mientras suena la música. Como no puede seguir el ritmo, se sienta a descansar a mitad del número.
Trabaja en un Night Club que no obtiene muchos beneficios, y vende sus servicios a un precio regalado: es una puta precaria.
Un día se le apareció un hada madrina, y la convirtió en Pretty Woman. <<Tienes hasta media noche para seducir a un millonario>>, le dijo, cambiando su vestido de furcia por uno de alta costura, transformando su jerga barriobajera en una lengua de élite, y dándole una figura perfecta con un hechizo liposuctor. <<Si a las doce no se ha enamorado de ti ningún rico caballero, volverás a tu estado anterior>>, le advirtió. 
Y en efecto, antes de las diez, la Puticienta ya había seducido a un rico ingeniero de caminos, que la abandonó a la primera de cambio. Y la pobre tuvo que volver a hacer la calle.
Poco a poco recuperó su obesidad mórbida, aunque seguía hablando fino. 
El otro día se le apareció un hada madrina que la quiso convertir en su propia jefa. <<¡No me vengas con cuentos!>>, le espetó a la ninfa. Y de la hostia que le dio, la mandó a Disney.
Y colorín colorado, la puta ya ha reventado. 
La obesidad mórbida ha sido su FIN.

 

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