viernes, 20 de diciembre de 2019

La agresividad controlada



Coco jadeaba en su transportín, en el asiento trasero, mientras su dueño silbaba una canción de Sabina. Estaba desesperado por llegar -me refiero al perro, claro- y bajar del coche, para poder desahogarse.  A las doce y media vieron ondear ya en el cielo algunas gaviotas; habían llegado a su destino.
El dueño suelta a Coco y éste empieza a olfatearlo todo y a correr por la arena. Hasta que da con él; un rottweiler que monta en cólera nada más verlo. Pero el poste lo retiene. El dueño de esta fiera pasea sus atributos al aire, tostados por el sol, y el de Coco se dispone a imitarlo. Ambos  se  presentan. Al rato juegan con las olas, rozándose sus cuerpos. Los perros aguardan fuera (Coco dentro del coche). En la arena un joven se masturba ante una dama... nadie se da cuenta. Entre tantos desnudos un miembro pasa desapercibido. El joven pierde la lívido, prefiere la nocturnidad de las ciudades.
Coco se está asfixiando cuando ve aparecer a su dueño, acompañado del rottweiler y del dueño de éste. Suben todos al coche.
El sol se va apagando.
El joven de la arena se baja los pantalones ante una niña, que rompe en llanto buscando a su madre desconsoladamente.
El coche se aleja, con Coco en el maletero. 
El joven va a casa de su novia, ya han formalizado la relación. Ella anhela el beso que nunca le dará.
El rottweiler jadea en el transportín mientras su dueño silba una canción de Sabina.



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