viernes, 10 de enero de 2020

Amables coincidencias


Cuando terminó el día sentía como si le faltara algo. Recapituló la jornada, y encontró un agujero en su memoria. Recordaba el antes y el después: la cita con Mario y el viaje de vuelta a casa. Y ese número de teléfono que encontró en el bolsillo de su chaqueta...
En los días sucesivos experimentó un ensanchamiento del maldito agujero. La memoria, que es elástica, estaba al borde de la fisura y decidió llamar al número que encontró en su bolsillo, para salir de dudas. 
Contestó una voz sensual y arrulladora que le transportó a su infancia. El agujero comenzó a menguar. Se sentía segura escuchando a Judith, como cuando era niña y fue a tratar sus terrores nocturnos, de la mano de su madre. Ahora, la mano de Mario le había vuelto a llevar a ella. "¿En qué te puedo ayudar?"  De repente le vino a la mente la enfermedad mortal; a Mario se le agotaba el tiempo. Decidió hacerle frente a la situación. Entre consulta y consulta, en un tira y afloja, la tensión desapareció: su resiliencia había madurado. "Gracias Judith". 
Pero de ésto hace ya mucho tiempo. Ahora Mario ya no está y ella mira la foto de la graduación de su hijo, que está en la mesita de noche, justo al lado de la dentadura postiza. Cogiendo el recuerdo con sus manos temblorosas piensa en cuánto se le parece. Él también se llama Mario.

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