viernes, 17 de enero de 2020

LOVE con mayúsculas


Veo como si fuera ahora a esos dos corceles blancos, corren como demonios. ¡Alto!- grita el joven que viaja en la calesa tirada por los dos caballos. El cochero tensa las riendas, parando en la explanada de Palacio. Puedo ver la suntuosidad de sus jardines, y los jóvenes que pululan entre sus flores. El joven Iván se apea del carruaje, buscando con avidez el rostro de ella. 
¡Ya la veo! pero... ¿Quién es ese caballero que la lleva del brazo? Me dicen que es su amante.
Cuando ésto llega a oídos de Iván , el corazón le da un vuelco. ¡Ay, alma de cántaro! Creíste en la falsa promesa de una joven lasciva; así aprenderás.
¡A casa!- Iván sube atropelladamente en la calesa.
Cuando llega se encierra en su habitación con su adorado violín, fiel compañero. Y desahoga su pena tocando día y noche. No duerme y apenas prueba bocado; sus padres están desesperados.
Pero un buen día entra a la casa un soplo de aire fresco. Lo trae la prima, que ha venido desde lejos a pasar unos días con los tíos. Iván consiente salir de su encierro para saludarla, ya que no la ha visto desde la infancia.
Sus miradas se cruzan.¡Hasta un daltónico podría ver la intensidad del rojo de su corazón encenderse!
Pero los padres se oponen a este amor pues, además del parentesco, ella le dobla la edad. 
Observo ahora como se escapan, huyendo juntos de los dedos que señalan, de las murmuraciones y de la censura de los progenitores. No llevan más que lo puesto y algunas monedas en el bolsillo.
¡Anda! ¿Qué es esa música que escucho? Son los acordes interpretados por la más excelsa violinista de todos los tiempos. Esa música vieja llega a oídos de los padres de Iván, viejos también. Y despierta la memoria del hijo ausente.
La violinista será la heredera de toda su fortuna, al saber de ella que sus padres comparten apellido y que no tienen patria, pues huyeron de ella movidos por el amor.




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