jueves, 26 de noviembre de 2020

El príncipe de Beckelar

Maripuri fue al baile de máscaras con mucha cara. Buscó al príncipe de Beckelar por todos lados, pero éste se había ido a pillar chocolate para hacerse un porro. Maripuri llevaba un mono de cuero ajustado y unas botas de charol hasta las rodillas: iba disfrazada de "Cincuenta sombras de Grey"". Un tipo vestido de rana se hizo un corte en el dedo: le salió sangre real. Hechizada, Maripuri le dio un beso. ¡Era el príncipe! Y bailaron "El lago de los cisnes". Pero el príncipe resultó ser un patito feo al quitárse la máscara. Al dar las doce en canarias, Maripuri dio unas palmas y salió pitando. Tan precipitada bajó las escaleras de palacio, que perdió una bota. El príncipe quedó anonadado; fue de culo a hacer los cincuenta metros mariposa. Pues, despechado, se había pasado a la acera de enfrente. A partir de entonces, siempre que freía un huevo perdía aceite. Una mañana, al abrir el armario, vio colgado en él un disfraz de "Cincuenta sombras de Gay". Al otro lado de la cama estaba Maripuri como Dios la trajo al mundo, y era atea. El príncipe hizo de tripas corazón y se la comió a besos. Fue entonces, que Maripuri se convirtió en un Mario puro: inmaculado y sin mancha. El hechizo se había roto... Y quedaron hechizados con su nuevo look: un taparrabos de Tarzán que, a la chita callando, sería el rey del carnaval ese mismo año. Se casaron el día del orgullo con mucho amor propio, ajenos a las críticas. Y FELICES FUERON, QUE TRUCHA COMIERON.

jueves, 19 de noviembre de 2020

El cuento del revés

 

Caperuza Negra cruzó el bosque siguiendo el sendero más largo y escarpado; no se cruzó con el lobo. Llevaba un carro de la compra cargado hasta los topes. De detrás de un roble macizo salió el cachas del leñador y le dio un susto de muerte, pues el carro iba lleno de tabaco de estraperlo y el leñador era amigo de un carabinero. Caperuza estaba en guerra con su estado civil: quería acabar con su soltería de una vez por todas. El leñador era un maqui pacífico que siempre iba hecho una facha. El sol le daba de cara, y llevaba una camisa nueva bordada con manchas de Kétchup. A Caperuza le torturaba la declaración de amor que nunca escapó de sus labios rojos y al leñador, el viejo lobo de mar que se casó con su abuela y se quedó con toda la herencia. El leñador fue casa de ésta a llevarle una cestita con huevos de gallina feliz, leche de la vaca que ríe y suspiros de merengue.

-Nietecito, nietecito, ¡Qué boca más grande tienes! -exclamó al verlo. Y él se la comió a besos-. Hoy vino de nuevo el padre de Caperuza a pedir tu mano.

-¡Ya estamos con el cuento de siempre! -dijo el leñador.

Y es que nadie sabía de sus relaciones con el lobo, pero ya se habían prometido. Cuando éste lo abandonó por uno de los tres cerditos, el leñador se voló la tapa de los sesos. Caperuza Negra tomaba una cerveza en el bar: le sacaron una tapa de sesos en escabeche y le dieron la mala noticia. Se quedó para vestir santos. Al morir de vieja, sus bienes pasaron a manos de su única sobrina: Caperucita Roja.



jueves, 12 de noviembre de 2020

El cancionero infantil

 

Matarile tiene una vaca lechera. No es una vaca cualquiera, le da leche desnatada. ¡Ay! ¡Que vaca tan castrada! Tolón, tolón. <<¿Dónde están las llaves, Matarile?>>, le pregunta su marido José. <<En el fondo del lar>>, dice ella al salir.                                                                                                        

 El prado es pasto del fuego; no hay una sola llama, pues todas han huido despavoridas.

<<¡Hola, Don Pepito!, ¿Pasó usted ya por casa?>>, dice Matarile de camino al súper. Pepito es el veterinario del pueblo y va a casa de Matarile a examinar a la vaca, que desde que se enteró del incendio da mala leche. El animal saca un cinco pelado. <<¡Adiós, Don José!>>, se despide el veterinario.

Matarile un cencerro le ha comprado, que a la vaca le ha gustado. Se pasea por el banco y mata deudas con el pago. Tolón, tolón.

Mientras, los pajaritos cantan y las nubes se levantan. 

-¡Que sí!

-¡Que no!

Últimamente, Matarile y José discuten mucho. Será por el calor.

-¡Que llueva! ¡Que llueva!- La virgen desespera, rezando a Santa Bárbara. 

Y cae un chaparrón en medio de la estación estival, que ahoga el fuego. A la virgen se le rompió el himen en un golpe de suerte. La vaca que ríe ya da buena leche: en la quesería se la rifan. Matarile parece una muñeca, vestida de azul. José le quita la camiseta y el canesú. Se amarán en las alegrías y las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida, hasta que la vaca los separe. Amen.                              

jueves, 5 de noviembre de 2020

El rompecorazones


Vio la película "Eduardo Manostijeras" y al salir del cine cortó con la novia. Su padre era afilador y su madre celestina, pues trabajaba en una agencia matrimonial. Eduardo se formó como peluquero; no tenía un pelo de tonto. Un buen día conoció a una bonita camarera que llevaba dos copas de más. Pero a él no le  importó que en vez del whisky con hielo que había pedido, le sirviera tres. Esa misma noche terminó ebrio, de amor. La invitó al cine a ver "Lo que el viento se llevó", y le faltó el aire al darle un beso de tornillo. A Eduardo se le le fue la olla, y en la quinta cita la llevó a ver un documental sobre Auschwitz. Ella, muy concentrada, echó los gases; se había comido tres platos de fabada. La relación con la chica no le olía bien, así que la dejó plantada en el parque. Ella se marchitó de pena. Al fin, Eduardo conoció al amor de su vida, al mirar detenidamente su propio reflejo en el espejo. Y se fue al cine, solo, a ver "Ghost". ¡Y es que era un fantasmón! Ocurrió que en un mal día tropezó con una piedra en el camino y se cayó, rompiéndose el corazón. Fue así como perdió su amor propio. Esa misma tarde fue al cine a ver "Titanic", quería ahogar su pena. Fue la última película de su vida.