jueves, 30 de julio de 2020

¡Me río de miedo!


Era una adivina tan moderna, que en vez de leer el futuro, lo escuchaba en audios. Tan chiquitita, que su bola de cristal era una canica. Tenía un consultorio muy coqueto, adornado con toda suerte de amuletos.
Una mañana, entró en su consultorio un tuerto que decía le habían echado mal de ojo. La adivina no vio claro su porvenir. Más tarde apareció un negro, que veía su futuro muy oscuro. La adivina de nuevo se quedó en blanco. Por último, acudió a ella un hombre en chanclas y con calcetines de deporte. Lo único que logró adivinar fue que se trataba de un guiri. 
Su magia blanca le estaba poniendo negra... ¡estaba perdiendo poder! Para reciclarse, hizo un curso on-line de hechizos; y aprendió a hacer queimada. Ahora, en vez de echar las cartas haría botellón. En la noche de San Juan le ardía el estómago, y se tomó un Almax.
A la mañana siguiente, la medium se cagó en todos sus muertos: tenía un espíritu aventurero encerrado en el consultorio. ¡Se subía por las paredes! La niña de Poltergeist era una santa a su lado. 
Miró en Google cómo practicar un exorcismo, pero el ordenador iba tan lento, que la llevaron los demonios.
Y se volvió loca.
Traspasó el consultorio a una gitana que echaba las cartas. Resultó ser la cartera. La empleada de correos lo transformó en un consultorio sentimental (ser alcahueta siempre había sido el sueño de su vida). Al espíritu aventurero le encontró su alma gemela; y se fueron de viaje astral.
La gitana alcahueta estaba encantada con su nuevo trabajo, sin darse cuenta que la habitación donde trabajaba estaba encantada.
Mientras, la adivina, en el manicomio, miraba los posos del café del desayuno todos los días; lo único que consiguió predecir fue el tiempo, gracias al reuma.
Al poco, ingresó en el psiquiátrico la gitana alcahueta. La causa de su locura fue la competencia desleal que le hizo la televisión con el programa "First Dates", o eso al menos creían los médicos. Pero en realidad fue el influjo del consultorio maldito, que la impulsó a invocar a cupido el día de San Valentín, y le llenó la cabeza de conjuros de amor.
El consultorio fue traspasado de nuevo, ahora convertido en un consultorio jurídico. ¡Os juro que vi entrar en él al abogado del diablo!

jueves, 23 de julio de 2020

Hasta que la muerte nos separe


En el desayuno, a Pérez se le cayó el diente de leche en el sucedáneo de café, y se quedó cortado. Tímido, jugó al ratón y al gato con Peter, que era más bueno que el pan. Ambos vivían confinados en la granja de Pepito, donde los animales eran libres. La gallina feliz últimamente no lo era tanto, pues se veía muchas patas de gallo; ¡manda huevos!
Peter tocó la campanilla y despertó al gallo, a la vaca le puso mala leche, y creo que al perro le dio mucha rabia.
La veleta ya apuntaba maneras; sin perder el norte, Pérez bebía los vientos por Peter, y viceversa. Esto era un secreto a voces en el coro de la iglesia. El cura, un pedófilo empedernido, que se cogía cada pedo con el vino que, antes de dar misa, se curaba en salud, tenía complejo de "tocólogo" (le gustaban mucho los tocamientos).
Pasados los años, Pérez y Peter abandonaron la granja de Pepito para entrar juntos al seminario.  Estudiaban mucho; y eran amantes de las lenguas muertas, sobre todo del griego. Atrás quedó el onanismo voluntario y las poluciones involuntarias; de hecho se hicieron pareja. Salieron del armario para meterse juntos en la cama. Tenían buena percha y dormían poco.  
Terminado el seminario, regresaron a la granja, ahora como dos curas protestantes. Me acuerdo que protestaban por todo: <<Que si a mi burro le duele la cabeza, que si la gallinita ciega, que si en la granja de Pepito...>> ¡Eran como niños! Con ellos, el ganado tenía el cielo ganado.
Últimamente tenían malas digestiones: eran pastores de Almax.
Pérez y Peter no entendían la existencia con pienso y, en sotana, sacaban a las ovejas al prado; ¡vaya cuadro! Un año, los pollos cogieron la gripe aviar, pero tuvieron mucha carne vacuna (una cosa compensó a la otra). Se hincharon a rezar Ave Marías.
Pasó el tiempo...
Una mañana, en el desayuno, a Pérez se le cayó la dentadura postiza en el café, y se quedó solo. Pues Peter se murió de un ataque de risa. Así se disolvió el primer matrimonio gay casado por la iglesia (y entre dos sacerdotes protestantes) de la historia. Y la granja de Pepito pasó a ser propiedad de Playmóbil. 
La vida es sólo un juego de niños... y las reglas están para romperlas.



jueves, 16 de julio de 2020

SIGLO LXI


<<Ha llamado usted al teléfono de la esperanza, ¿En qué puedo ayudarle?>>, dijo el contestador automático. Corría el año 6001, y ya por entonces la inteligencia artificial había conquistado la tierra, dominando todas las fuerzas de la naturaleza. Atrás, muy lejos, quedaba el asistente de Google, como  un mero juego de niños. 
- He perdido todas las esperanzas- dijo el humano Z-P1.
- Ha llamado usted al sitio correcto. ¿Por dónde las perdió?- preguntó el ente.
- Por el área de la salud, me han detectado un cáncer con metástasis.
- Bien, le paso con el especialista en tecnoterapia. No se retire del teléfono, por favor.
Tras una larga espera, el teléfono volvió a vibrar.
- Buenas, al habla el médico especialista en oncología. He consultado su historial. Le conectaremos al sistema de tecnoterapia el próximo lunes a las ocho de la mañana. Le rogamos puntualidad.
Pero esa voz que hablaba... ¡era la misma de antes! E idéntica a la del GPS del coche, a la del asistente de voz, a la del peso de la farmacia, a la que te recuerda que cierres la puerta después de entrar... y así podría estar hasta mañana. Esa voz de personalidad múltiple parecía no esconder a nadie detrás; y en realidad así era. 
Z-P1 cuestionaba el sistema, que con ese restringido registro vocal conseguía desorientarle. Además, no entendía muy bien la función de los humanos en una sociedad digitalizada hasta el límite, en una sociedad donde todo era tecnología... ¡salvo ellos!
La teoría conspiratoria circuló por su red neuronal, de nuevo. Así que llamó a su psiquiatra. Pero a la voz de "¿Dígame?", Z-P1 le colgó el teléfono. <<Otra vez la maldita voz artificial>>, pensó. Y, acto seguido, del dispensador de medicinas de su habitación cayó una olanzapina y medio haloperidol. Los ingirió sin necesidad de agua.
<<¿Qué sentido tendría aquel dispensador si no existiera la enfermedad humana? O un robot de cocina sin el apetito del hombre... y así con todo>>, le tranquilizó la voz de su cabeza. Pero estaba tan familiarizado con ella, que no se dio cuenta de que ya no era lo que se dice una voz humana. 
Y es que, le habían implantado células neuronales de inteligencia artificial a través del torrente sanguíneo: Z-P1 era una cobaya humana. Con este adelanto, las "nuevas tecnologías" (se habían quedado con este apodo ya desde el siglo XX) acababan de dar un paso de gigante en el área de humanología. Su objetivo era llegar al cerebro y, así, dominar al subconsciente colectivo. De esta manera se convertirían en Dios.
Z-P1 salió a la calle a tomar un poco el fresco.
<<Su tabaco, gracias>>, le dijo la máquina expendedora. Y él, cogiendo la cajetilla, le contó la historia de su cáncer de pulmón y de las esperanzas que tenía depositadas en la tecnoterapia.
Pero entonces, pasó un dron de vigilancia social, y Z-P1 cortó inmediatamente la "conversación" con la máquina de tabaco. La última vez que le vieron hablando en la calle con el ordenador de tráfico, unos robots de blanco se lo llevaron esposado al tecnopsiquiátrico.
Corría el año 6001, y apenas quedaban un centenar de habitantes humanos en la tierra, repartidos por todo el globo. El aislamiento que esto suponía había comenzado a hacer mella en la salud mental de Z-P1
Los entes electrónicos estaban sobre aviso. No se podían permitir el lujo de perder ni a uno solo de los escasos seres de estructura biológica, pues éstos eran su último vínculo físico con el origen de la vida: el único puente hacia lo que llamamos alma. Pero Z-P1 había vendido la suya al diablo. Éste también quería ser Dios. Me pregunto quién ganará la partida. 

jueves, 9 de julio de 2020

Cuestión de belleza





Con alcohol curó su última herida sentimental... a las once ya iba toda ciega. No llegó a perder el conocimiento, porque no tenía, pero estuvo a punto de un coma etílico.
Era tan fea, que cuando se hizo la reina de la pista todos los muchachos se declararon republicanos; y tuvo que bailar el tango sola.
Se casó con el más friki de todos. En su boda, en vez de arroz le tiraron cacahuetes. Todavía recuerdo aquel concurso de disfraces que ganó vestida de diario; fue una noche de Hallowen.
A los nueve meses de casada di a luz a un niño guapísimo, tanto, que se tuvo que hacer la prueba de maternidad. El niño creció sin temor al coco, pues estaba curado de espanto.
Ella era una madre muy dulce y él, un niño diabético.
El chico andaba siempre pegado a las faldas de su madre, hasta que tuvo su primer lío de faldas, y el complejo de Edipo se tornó sencillo.
Pero con el tiempo sufrió un mal de amores (por una tía buena que conoció en mala hora) y se intentó suicidar. Para ello, cogió el tarro del azúcar de su madre y se lo tragó entero. Lo que él no sabía era que su madre se había puesto a dieta y que había sustituido el azúcar por sacarina. Así que, lo único que consiguió fue una tremenda diarrea, de esas que se caga la perra. Acabó con el papel higiénico y, como consecuencia, se pasó las cartas de amor por el culo. Inspirado, escribió un poema de mierda. Con dicho poema ganó un concurso y miles de admiradoras. Convertido en un Don Juan Tenorio, se casó con la primera zorrilla que se cruzó en su camino. Tuvieron el hijo más feo de toda la humanidad.

jueves, 2 de julio de 2020

La fábula del pensamiento fabuloso



Doña Neurona ha dejado de ver la televisión; <<¡estoy hasta la coronilla de tragarme programas basura y publicidad!>>, se queja. En su lugar, se ha comprado un pensamiento (en el vivero que hay a las afueras de la ciudad) y a él dedica todo su tiempo libre.
Una abeja obrera poliniza la flor de la planta; la llaman comunista y radical (es la abeja negra de la colmena).
El pensamiento de Doña Neurona crece y se multiplica, a la vez que telecinco y sus secuaces. Está tan contenta con sus plantas que se lleva una, la más frondosa, a la junta de vecinos. Nada más ver sus flores, Doña Doctrina se encapricha de ella: <<¡pero qué planta más ideal!>>, piensa.
Al poco tiempo, y a fuerza de regalarlos, todos los vecinos tienen un pensamiento propio. Doña Neurona está orgullosa de que, gracias a sus pensamientos, la antena de televisión del edificio haya sido derrocada. Ahora impera la jardinería.
En el hueco que ha quedado en la pared al quitar la antena, se ha instalado una colmena de abejas. Pero es una colmena muy especial, pues en ella no hay reina ni zánganos.
Don Capital, el vecino del quinto, se mudará a otro edificio; cultivar pensamientos no es su fuerte, prefiere ver Gran Hermano. Además, no quiere perderse un solo partido de fútbol en casa.
Me gustaría pensar que Don Capital pertenece a una especie en vías de extinción, aunque sé que en realidad no es así, y que Doña Neurona y el resto de vecinos viven en un gueto, apartados de la sociedad de consumo. Todo por tener un pensamiento crítico... 
Yo, de momento, me voy a instalar en el piso que dejó libre Don Capital.