Hoy no me gusta lo que escribo..., estoy en uno de esos días en que tiraría la toalla. Por ese mismo motivo me bajo a la playa.
Con la brisa, Marina está encantada.
El reloj de arena se me amontona y el de sol, tiene tan mala sombra, que no hay manera de saber la hora exacta.
Veo un cangrejo ermitaño que habita en una lata de cerveza, que alguien tiró al mar. El crustáceo camina hacia adelante y anda haciendo eses.
La mar salada echa un esturión a los leones marinos, y el emperador, nada en las aguas tranquilas de Roma.
Marina se duerme en los laureles.
En un barco de remo va montado Rómulo, un viejo lobo de mar. Rómulo rema con brío, entre galeras y otros mariscos. <<¡Qué ricos con salsa César!>>, y al pensar ésto se me hace la boca agua.
Marina hace castillos de arena en el aire. Ella toma las riendas de su imaginación en el viejo barco velero, y se le forma un nudo marinero en el estómago.
Subo a mi apartamento.
La mar estaba tranquila, hasta que Neptuno monta en cólera. <<¡Al abordaje!>>, grita el dios, mientras coge un pez espada del fondo del mar. Y se forma un gran tsunami.
En la contienda naufragan los barcos; Rómulo y Marina caen al agua.
El reloj de pared da las seis en punto, cuando desde mi terraza diviso cómo el mar se traga la playa.
Ya no volveré a tirar la toalla, pues confío en que vendrán otros "Rómulos" y "Marinas", que me guiarán cuando me llegue la noche oscura del alma. Les daré permiso para tomar el timón de mis historias, pues yo no soy buen timonel.
Saco lápiz y papel, pongo en hora la brújula y, así, comienzo a escribir esta historia; sin perder jamás el norte