jueves, 3 de septiembre de 2020

Un frío que pela

 

En el museo, Frida se quedó a cuadros: habían puesto el aire acondicionado al máximo, para el arte. Y se heló. La maja se echó un chal por encima. A la entrada, había preparado un pequeño refrigerio; una monja se tomó un sorbete y se fue. Joan miró el termostato y puso el grito en el cielo; aquello era surrealista. <<Hace muncho frío>>, dijo un niño con lengua de trapo. Sonaba de fondo la música de la Madonna.
Un vecino de Guernica había aparcado su Citroën Picasso en la puerta. Se llamaba Pablo, y había venido a la capital a pasárselo bomba. Pablo era pintor de brocha gorda; botero (arreglaba botas) en su tiempo libre. Siempre iba hecho un pincel. 
Frida, junto a la escultura "El rapto de las sabinas", se quedó de piedra al ver pasar a Pablo. <<¡Qué arte!>>, pensó, mirándole de hito en hito. Y tardó en aprender a olvidarlo diecinueve días y quinientas noches.
No se sabe muy bien el porqué Pablo pasó la noche en el museo. Pero, a la mañana siguiente, se lo encontraron muerto. <<La causa ha sido la baja temperatura>>, dijeron los expertos. Al oír ésto, La Gioconda se partió de la risa.

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