jueves, 27 de agosto de 2020

Alicia y su conejo

 




Alicia, pensando ensimismada en su amado, deshojaba la margarita: <<Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...>>. De repente, como salido de la nada, un conejo parlanchín le interceptó el paso.
-¡Lleva cuidado!, las margaritas las carga el diablo- le dijo el conejo.
Como si fuera lo más normal del mundo que los conejos hablaran, Alicia lo ignoró, y siguió con su quehacer, arrancando los pétalos de la flor: <<Me quiere, no me quiere, me quiere...>> Pero la última hoja blanca de la corola le dijo que NO.
-¡Miente!- exclamó ofendida, con los dedos manchados de polen.
La cuestión era que había arrasado con todas las margaritas del lugar, y ninguna le había dicho que SI.
-Yo puedo conseguir una flor que te afirme su amor, si a cambio tú me previenes de los tiros del cazador.- volvió a hablar el conejo, que no se había apartado de su lado.
-¡Trato hecho!
-Pero te advierto que corres un grave peligro en caso de que sea un amor de una noche. Puede sucederte algo terrible...
-¡¿Acaso crees que me da miedo?!- le cortó ella.
Fue así que el conejo le entregó a Alicia la margarita trucada, que dio positivo en el caprichoso test del querer. Pero mientras arrancaba el último pétalo, sucedió un fenómeno extraño: la pobre mujer envejeció cien años. 
Sobresaltada, despertó del sueño, y corrió a mirarse al espejo más próximo: seguía siendo la misma cuarentona que la noche de antes se había acostado pensando en su amor.
De camino al trabajo, pasó por el Jardín Botánico, como siempre. Pero esta vez vio allí a un hombre anuncio, disfrazado de roedor. El mensaje publicitario decía así: "Sí, quiero. AGENCIA MATRIMONIAL. ¡Follad como conejos!". Al pasar por su lado, el hombre le cucó el ojo. Llevaba una margarita prendida del disfraz. 
Aquel sueño extraño de anoche... ¿sería una premonición?
Esa misma mañana, y sin perder más tiempo, Alicia se compró un  satisfyer, y se olvidó de su amado...  y de todos los hombres.  Envejeció sola, poco a poco, sometiéndose a un lifting tras otro. Con gran placer, todas las noches le preguntaba a su conejo: ¿Por qué lo llamarán amor cuando quieren decir sexo?
Ella tenía sus prioridades en la vida.

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