jueves, 7 de noviembre de 2019

Una pareja mal avenida


AMOR... ¡A MÍ CON ESOS CUENTOS!

Calentando motores, me dirijo al país de siempre jamás.
En Londres cae la noche. Un hombre lobo se depila con cera, a sus aullidos siguen lágrimas de cocodrilo. En la habitación contigua el hombre araña se corta las uñas, ya ni araña ni hace nada. Son pareja de hecho.
Llop, que es así como se llama el hombre lobo, saca la basura desde un cuarto piso de rascacielos. Araña friega los platos. La rutina, que borra sus noches de sexo salvaje, adueñándose de las fantasías, se exhibe promiscua de monotonías.
Sienten correr el tiempo y, sin detenerse, agonizan de vida.
Son las once de la noche. Frente al televisor que los anestesia no sienten pasiones ni miedos. Es la nada, electricidad que teletrasporta realidades, caja necia que hipnotiza e idiotiza a la par. Es el rey del siglo XXI de apagadas luces. Los ojos como platos, la mirada fija, la mente duerme...
Me voy al catre- dice Llop. Araña lo sigue con la mirada, pero no despega una palabra de su boca (está sellada desde la última felación).
El reloj da las doce. Cual cenicienta, Araña pierde su pantufla derecha. Sale corriendo, porque no quiere vislumbrar la realidad tras el hechizo de anuncios de champú, de noticias pésimas y pelis baratas. La luz del cuarto está encendida. Un príncipe feroz duerme. ¿Le probará la pantufla de cristal? ¿Recorrerá todo el reino de Morfeo en su busca?
Llop ronca. ¿Le ama todavía?
Le da el beso de buenas noches que en sueños convertirá en rana.



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